15.7.08

Ella es la reina

Caminamos lado a lado, como si valieramos lo mismo ella y yo. Ella no es tan alta como yo; camina más despacio y los años que me lleva de ventaja se empiezan a notar a esta hora de la noche.

La gente en el pueblo nos mira asombrados; no pueden creer que seamos de la misma familia porque somos tan diferentes. Nos ven de lejos con la curiosidad de siempre, no haberse salido de este pueblo pareciera crimen. Me ven a la cara como preguntandome porque no me voy, a que regresé este verano a un pueblo dormido y abandonado.

Soy más alta que ella, delgada a comparación de ella y he aprendido muchas cosas que aquí se vuelven inútiles. He leído muchos más libros a mi edad que ella en toda su vida.

He salido a muchas ciudades y hablo dos idiomas. Ella me mira sin decir nada cuando uso palabras ajenas a su lenguaje.

No habla tanto como yo y se dedica a trabajar todo el día cuando yo lucho por mi horario justo de trabajo y prestaciones.

Nada importa de eso; aquí ella es la reina.

Ella es la que manda porque aquí lo que yo se no sirve; porque soy ignorante en como curarme las heridas del musgo y los insectos. Porque no tengo idea de como preparar una comida para alimentar nueve bocas y no cansarme siempre sonriendo.

Ella es la reina porque sabe como moverse. Se aprendió las calles de memoria y a oscuras no le cuesta trabajo moverse por todos los rincones, mientras yo me entorpesco cada paso que damos.

Sabe que no sé lo que ella y no por eso se siente mas grande que yo. Me pide que siempre camine a su lado, como si fueramos iguales.

4.7.08

Allá en Morelos

La tierra es noble y se abre con facilidad para permitir que las plantas crezcan en abundancia; el agua bendice los suelos con dulces lluvias nocturnas que desaparecen el sopor del día pesado que se va despidiendo.
Por la mañana tomamos leche recién hervida de la ordeña de la mañana con pan de dulce que traen la tarde anterior recién hecho que enamora con su olor al que pase cerca.
Comienza el día temprano porque el calor aún no ahoga y la rutina diaria se trata de alterar lo menos posible con las visitas que llegan de paso unos días para cambiar de pueblo.
La cocina es diferente, el agua sabe más dulce y el agua no se siente tan fría las ocho de la mañana que sin un calentador cae al natural en el cuerpo para refrescar y comenzar a trabajar.
Poco a poco se va colando entre la casa el ruido de los animales que nos rodean; aparecen las moscas,mosquitos,zancudos, hormigas, largatijas besuconas, gallos y gallinas.

Desde temprano, las vacas y el toro comienzan a llamar la atención de quien pase por su tamaño, su olor y sus sonidos; además se sabe que son muy cuidadas por esta familia fuerte que lucha por salir adelante sin pretensiones de grandes lujos pero sí de alegrías.
La comida del día es natural y la fruta se acaba de cortar de los árboles; se desayuna poco, se almuerza igual y luego son comidas más fuertes.
El calor va en aumento y llega la tarde que hace que descances leyendo o viendo un poco de televisión con la poca oferta entre dos canales poco interactivos o propositivos.

Al caer la noche, cuando baja el sol de pronto pero dejando iluminado el camino se dan caminatas por el campo, pasando el río por un puente y aterrizando entre calabacitas dulces ya grandes y siguiendo el camino alumbrado por luciérnagas. Es casi romántico de no ser por lo familiar que se torna.
El río lleva a las mojarras a pasear cerca de la orilla para que las veas saludar un rato antes de seguir caminando a casa. Los perros no son agresivos y sólo observan tu andar por el pueblo iluminado a medias.
Se guardan todas las herramientas de trabajo y se conversa un rato mientras el calor desaparece con las estrellas apareciendo en el cielo. Algunos se van y otros nos quedamos una noche más a vivir desconectados de la ciudad.
Quien sabe cuanto ha pasado en nuestra ausencia.